Cuando me bajé por primera vez de en esta playa el sonido de las chicharras era increíble, al apagar el motor de la lancha, los limpios sonidos de la naturaleza invadieron todo alrededor; las olas, las aves, y esa multitud de seres de la selva que en conjunto suenan como un todo armónico, que yo llamo la música de Dios, completaron la escena del paisaje más exótico imaginable. Dicen que son tan agradables estos sonidos porque tienen ciclo perfecto, 60 ciclos o algo así.
Cada vez que llego allí, una profunda sensación de pureza y paz va calando en mí hasta que me olvido de como vivo en la ciudad. Me estorban los zapatos, la ropa, y los pensamientos agitados. Nadie se fija como te vistes, que cargo tienes, increíble….que carro tienes, etc. Todo gira en torno a la naturaleza (video de fauna youtube) tal cual como Dios la creó, ¡hoy quedan pocos espacios reales en el planeta! …En Colombia conozco uno.
En este hermoso país, con los parajes más insospechados y diversos, este lugar en especial me cautivó, tanto que cambió algunos hábitos en mi vida profundamente.
Ya no sé cuantas veces he estado allí. Ahora trabajo en este pedacito de playa al lado de la Cascada del Amor en un Ecolodge construido para que los amantes de la naturaleza tengan donde llegar y disfrutar de un paisaje tranquilo y apacible; además donde nosotros podemos trabajar dejando atrás el acelere y la falta de autenticidad de la vida de ciudad que nos toca.
Quisiera que me permita contarle algunas historias que he experimentado en este lugar; sin orden alguno, solo como van viniendo a la mente, igual que crecen los árboles en la selva en donde menos te imaginas, pero donde sin entenderlo tienen que estar.
Hace varios años, ya son 16 (diez y seis) de visitas continuas, vimos las primeras Orcas en libertad que pude observar, no lo podía creer, no sabía que esto era posible en Colombia, después de muchos años de ser Instructor de buceo y haber leído sobre fauna y demás, no conocía reportes del tema. Pues si, navegamos en una lancha mientras las Orcas jugaban alrededor mostrándonos sus virtudes y destrezas; que delicia, era un panorama único, eran más de diez, el macho era enorme y su aleta Dorsal (la de encima) era descomunal, era el mas tímido o tal vez el menos interesado; en fin, el espectáculo era digno de los mejores canales televisivos de Naturaleza y Aventura. Gozamos mucho, algunos de los compañeros lloraban, otros como yo gritábamos y aplaudíamos; tal vez con reflejos de la “Chamú” de Sea World o solo porque queríamos que ellas supieran lo admirados que estábamos y lo felices por su presencia en aguas colombianas. Hoy ya he visto varias veces Orcas en la Zona y varios amigos me han contado experiencias con ellas, han sido pocas veces pero suficientes para sumar agradecimientos con quien creó semejante especie.
Aquí sentado en Medellín pensando que más les cuento, me acordé de la Cascada de Playa verde, así es, de arena verde.
Lo primero que pensé cuando mencionaron el nombre de la playa fué que seguro era una exageración, pero como quedaba después de Cabo Corrientes sería una oportunidad para volver al “Cabo”, uno de los sitios de la geografía nacional más espectaculares que he visto en mi vida.
Partimos embarcados desde la Playa de la Cascada del Amor hacia el sur por 50 minutos más o menos, luego de pasar el “Cabo”, el lanchero empezó a acercarse a la Costa; allí todo es selva y mar, la marea estaba a media altura lo que permitía ver una fracción de playa; si se veía algo verde, pero era lo que imaginaba. Nos bajamos, caminamos por la arena mojada hasta llegar a la parte seca más arriba, allí descubrí que al mover la capa de arena superficial definitivamente la playa era aún más verde, hermosa y extraña a la vez, las rocas que conforman el área son de origen volcánico y de color verde, al contacto, estas rocas producen la playa más exótica de la región. Pero eso es poco comparado con lo que venia a continuación… El guía local dijo: “dejemos las cosas acá en la playa” (no había nadie fuera de nosotros) y vamos a la Cascada que queda a unos 3 minutos de acá. Nos metimos entre árboles por el lecho de la quebrada, unas piedras redondas enormes demarcaban las cristalinas aguas llenas de camarones de agua dulce. -En esa playa un Reality de supervivencia sería un premio para los participantes-.
Se escuchaba fuerte la caída del agua, un viento fresco bajaba por el cañón de piedras, rodeados de árboles enormes, alcanzamos la Cascada de Playa Verde; impresionante la belleza del lugar, justo encima de ella un agujero entre los árboles para ver el azul del cielo como para completar la escena. El charco cristalino bajo la cascada me invitaba, desde una roca me lancé- el agua es deliciosa en zonas naturales- , tomé la careta para ver los peces y camarones que estaban por todas partes, luego me salí para escalar por la roca lateral hacia la parte superior, allí en medio del chorro encontré un hueco donde cabía entero, adentro y bajo el agua podía respirar, me reencontré con el niño que a veces nuestra cultura nos impide dejar salir, estaba lleno de gozo, esta experiencia me acercaba a Dios, a lo puro, a la esencia, a lo que de verdad soy, esto sumó más para que decidiera trabajar en esta zona, permitir a otros que también vivieran esto, para que tuvieran momentos sin pensar en el que dirán, para ser ellos mismos, solo ser reales, pues a mi me gustó demasiado recuperar algo perdido pero aún dentro de mi.
Por todo esto me fuí quedando, como encontrando, como riendo, como gozando. Un día me fui para la empresa en que trabajaba en Medellín y después de un análisis renuncié a mi cargo en mercadeo en una de las más grandes compañías del país; me quitaría la corbata, el saco, las apariencias y me dedicaría a un negocio propio con sentido para mi, que trajera alegría para otros, que generará empleo en una región con pocas posibilidades de trabajo e ingresos y que me permitiera ser más yo, que me permitiera mostrar algunas maravillas de las que Dios puso en este país al servicio de los colombianos para que las compartamos con el mundo, mientras mejoramos nuestra economía. Si, es que no es solo paisaje, es calidad de vida. Es sostenibilidad en el tiempo.
Empezaba a conocer la gente local, chocoanos fuertes, grandes, bien parecidos, tranquilos, muy –muy- inteligentes, no muchos educados (académicamente) pero auténticos, campesinos y pescadores. Me calaban en la mente las historias de cómo vivían, como cazaban, pescaban, como fabricaban sus herramientas aún de madera; en fin como sobrevivían tranquilamente en medio de la selva y el mar, sin las comodidades habituales, sin las que en teoría no se puede vivir, peor aún las necesidades normales de la ciudad para ellos eran cosas que no entendían. Creo que muchas de las cosas que creemos que necesitamos solo nos traen problemas financieros y son para el que dirán y no para nosotros.
¡Ballenas, Ballenas! Empezamos a gritar desde el Kiosco restaurante del Ecolodge, seis Ballenas salían detrás de Terquito rumbo sur a ritmo lento y como quien solo esta divirtiéndose; Terquito es un cerro, casi una isla metido en el mar, lleno de vegetación exhuberante entre dos playas al sur Nuquí, La Playa de la quebrada de la abuela y la de la Cascada del Amor.
Chorros (que producen al respirar) y lomos de ballena nos animaron a dejar sin terminar el almuerzo y salir en búsqueda de Pozo (Foto) el lanchero, quien nos llevaría a observar las “Jorobadas” o “Yubartas”. Estábamos: un bogotano médico, su esposa bióloga oriunda de Santander y un psiquiatra alemán. De paso por la marina, recogí tres caretas de buceo por si nos metíamos al agua a caretiar en uno de los arrecifes rocosos poco profundos, al final de la jornada. Justo al frente salieron tres gigantes simultáneamente cuando estábamos a trescientos metros más o menos, el lanchero experto en estas lides colocó la lancha en recorrido paralelo a una distancia bien prudente aprovechando que parecían tener rumbo lineal. Después de respirar varias veces mientras las veíamos, las ballenas han decidido buscar la lancha de fibra para 6 pasajeros en la que salimos a avistarlas, nos quedamos detenidos con el motor encendido según las normas, después de tantos años de avistamientos no habíamos visto esto antes, pasaron bajo la lancha a menos de dos metros de profundidad, veíamos sus partes blancas con nitidez, todas eran adultas, se veían apacibles, curiosas con nosotros y seguían, después de varias vueltas alrededor con el mismo rumbo anterior, colocamos marcha adelante y luego salieron al lado nuestro otra vez; decidí – (por favor no haga esto en casa) - ponerme una careta y lentamente, me deslicé hacia el agua sin producir ruido. Descendí unos cinco metros en apnea y una de ellas se me acercó, cuando estuvo a unos cuatro metros se quedó quieta con las aletas abiertas y mirando de lado como tratando de entender que era eso que estaba allí, atrás había otra, detrás de mi otra más, me sentí rodeado por gigantes, tal vez entre 12 y 15 metros de longitud cada una. Por mi historial de buceo puedo quedarme un tiempo bajo el agua, pero ese día en especial no quería respirar, solo quería contemplar y agradecer al creador por semejante especie y por permitirme disfrutar de tan increíble evento en carne propia, a solo unos metros de las ballenas en su estado natural. Aclaro que he visto Jorobadas en varias ocasiones bajo el agua, incluso con tanques, pero esto fue lo más, lo mejor que he tenido con ballenas.
Salí a respirar lentamente. Tal vez por reflejo termine tan relajado como ellas (del buen ejemplo se aprende).
Increíble; la verdad si no me cree, no lo juzgo... Saque la cabeza hable con mis compañeros de lancha y les dije: “están mansitas, son hermosas, las ví, las ví”.
Me sumergí de nuevo y pasaron dos más de largo, lentamente, como que ya me habían visto y sus amigas ya iban más adelante. Por unos instantes me alegré de estar en este planeta, tuve conciencia de lo bello de la creación, de lo armónico, de lo bien hecho, definitivamente ahora no creo que por una casualidad, un big ban, o algo así, esto se hizo tan bien hecho.
Más loco todavía me monté a la lancha de Pozo y les narré la experiencia, me miraban atónitos, como que no les parecía posible, ¡si para mi era insolito!, como sería para ellos por primera vez viendo ballenas, les veía el deseo y a la vez el temor de hacerlo. Parecíamos niños fantaseando, el alemán empezó a hablar y a sonreír, se salió un poco de su frío actuar, empezó a mirar una careta que a propósito les pasé, dudaba pero anhelaba; no sabíamos si habría una nueva oportunidad pero tal vez y yo no pude más que sentir que si ellos lo hacían quedarían marcados de por vida por la creación, hoy no sé que fué más irresponsable, si motivarlos basado en mi experiencia o haber callado y no permitirles ver algo único y exclusivo. Vuelvo a los hechos. La manada (son mamíferos, no?) volvió tras el bote, antes de que nos alcanzarán mis amigos se metieron al mar, no eran para nada expertos, la chica tenia los ojos explotados, tenía susto, pero quería; el médico se atrevió a hundirse un poco y como si las ballenas sintieran que no bajarían mucho se les subieron para compartir con ellos un momento de agua salada con adrenalina, mientras yo estaba abajo los veía a ellos y a las ballenas cerca de la superficie - que escena- casi irreal.
De nuevo al bote. Nos llenamos de expresiones sin mucho sentido no sabían como expresar lo vivido y lo único entendible era: “Las vimos, las vimos”. El alemán ya tenía en su cara una expresión bien latina de alegría, hablaba más, decía que era lo mejor que había hecho en su vida; Pozo, el lanchero decía: “NO hombe, esto si no me había tocado a mi pues…..eahh”.
Al ver su motivación (la de Pozo), lo invité a que cogiera mi careta y yo tome el motor, quedamos en que si nos seguían, el iría al agua para ver con los amigos lo que habíamos vivido. Después de solo cinco minutos las ballenas de nuevo atrás del bote; Pozo espero a que todos se tiraran y temblando se soltó de la lancha, todos se hundieron menos él, se quedó en la superficie, la chica gritaba que estaba viendo una y metía de nuevo la cabeza, Pozo intentaba pero los mitos y leyendas tal vez inundaban su mente y Dios, creo yo, sabiendo que nada le pasaría le envió una ballena, que yo desde la lancha a 15 metros aproximadamente la ví pasar debajo de él, a menos de un metro de profundidad. El, sintiéndose más cómodo, sacó toda su natividad y se empezó a sumergir continuamente; ya se acercaba a ellas y decía: “Eahhh hombe”. Mientras yo en la lancha solo pronunciaba: “Gracias Dios”, que regalo.
Aquí les pego un videito de ballenas grabado y editado por mi, de otra salida en el 2007 con un grupo de gente muy especial. (video You tube); aunque este no es mi arte y por eso la calidad no es profesional.
Desde esta playita también se puede caminar hacía la selva, he visto en mis andares por allá: Micos Aulladores, Osos hormigueros, Zaínos, guaguas, ñeques, perico ligero (perezosos) de tres y de dos uñas (video youtube), huellas de tigrillo, de Puma, algunas serpientes (que es un tema que me encanta), iguanas, cuatro especies de tucanes, lagartos de varias especies e insectos que ni se imaginan . Además de infinidad de plantas con las más espectaculares flores.
Esta zona costera se caracteriza por tener riachuelos de agua cristalina cada… no sé…. Tal vez de 50 a 100 metros y después de estar en el mar es cómodo quitarse la sal en una cascada o un charco natural y tal vez el sitio más fácil y hermoso es la cascada del amor de la misma playa.
Bueno, no puedo dejar de hablarle de una de las cosas que hace más reconocida esta región, la gastronomía; para mi la chocoana es, en sazón, la mejor de Colombia; con muy poca diversidad de ingredientes disponibles poseen una variedad de platos exquisitos donde el pescado, los mariscos, el coco, el plátano y el arroz casi siempre están presentes. Cocinan bien hombres y mujeres pero a mi gusto me quedo con las mujeres y con Irma en especial, que hasta ahora es lo más profesional y de buen sabor que me ha tocado.
No es solo la sazón, es la alegría con la que te sirven los platos, la belleza de sus ojos que reflejan un buen corazón. En cada lugar de la zona donde le vendan un plato de comida quedará satisfecho, si está buscando buen sabor y comida natural. Y como el pescado lo sacan los nativos al frente de la playa, siempre estará fresco.
La operación turística de este lugar es bien compleja por su difícil acceso y lejanía, pero es eso precisamente lo que lo hace especial. Y como usted de pronto se anime a ir de paseo y no a trabajar, yo le quiero seguir contando porque este lugar impactó mi vida, sin contarle lo duro que es ofrecer ensalada fresca en medio de la selva y a nivel del mar, sin carreteras de por medio.
Otra actividad…
Despues de varios años laborando allí, un amigo paisa llegó a la zona de vacaciones pues su novia tenía una casa frente a la playa. Estaba yo en el kiosco restaurante (fotos) mirando hacia Terquito cuando una silueta a lo lejos viene con una tabla de surf caminando. Pensé: ¿Quién será ese con tabla de surf por acá? Un "Davivienda" lo más seguro. Cuando llego a El Cantil que es donde trabajo, lo reconocí, nos saludamos y le pregunté por la tabla, me contestó que había aprendido en el Caribe y que pensaba que allí se podía surfear. Yo no le creí pues a pesar de que siempre soñé con surfear, solo imaginaba el surf en olas como las de los campeonatos de Hawai.
Me fuí con él para la playa a ver como intentaba tomar las olas. Se paraba en ocasiones corriendo olas que antes pensé que no eran aptas para surfear. Lo mejor fué que después de mirar un tiempo decidí intentarlo, me costó, pues la tabla era para expertos y no para aprendices, mi amigo se regresó a la ciudad y me dejó la tabla. Desde ese día no he parado de surfear cuando estoy en el mar.
Indagué un poco y descubrí que no solo había donde surfear en el Caribe colombiano sino que también realizaban campeonatos, seguí entrenando y el nivel fue mejorando.
Un buzo de California había venido antes de que yo aprendiera a surfear, para realizar inmersiones de buceo con su novia paisa. Mientras navegábamos hacia Cabo Corrientes me comentó mirando al continente que en la costa veía una ola perfecta para surfear. Algún día, años después recordé ese comentario y me embarqué hacia allá, me acerqué al lugar y efectivamente, con una forma especial rompía la ola sobre un arrecife de rocas que atemorizaba, pues yo nunca había surfeado sobre rocas. La forma era tal que decidí meter mi tabla al agua e intentarlo. Estaba solo en el agua pero me decidí.... ¡Si mamá, sé que no lo debí haber hecho, pero lo hice!
Llegó el grupo de olas grandes, que los surfistas denominamos “set” y me dí cuenta que definitivamente la ola era muy buena, después de un rato corrí algunas y quede féliz. Decidí buscar un surfista más experimentado que me constatará si esa ola era tan buena como yo la veía. Así se hizo y hoy “Pico de Loro”, como bautizamos esa rompiente es la ola más reconocida de Colombia a nivel internacional (foto), luego encontramos más y más olas. Terminando de destapar el paraíso que es este lugar. (Video de surf youtube)
En Playa Cascada del Amor descubrí el surf, la sensación de deslizarse sobre la superficie del agua sin ningún motor haciendo ruido y contaminando, en armonia con la energía natural de la ola, en un entorno natural, lleno de vida, en un ambiente relajante y especial, es una experiencia única.
Ahora sé que esta Playa es la entrada a cosas maravillosas de mi vida; hoy enseñamos a surfear en ella misma para compartir con otros la más emocionante actividad deportiva que jamás realicé, aprovechando su nobleza con el aprendiz.
Las olas del sur de Nuquí son increíbles, el contraste del mar, la selva, las rocas y en ocasiones las ballenas o delfines (video delfines) acompañando los surfers hacen de este "paraíso" algo que solo se puede entender viviéndolo.
Aquí conocí el bravo (pez) más grande que he visto en mi vida (foto), el mero más grande también y la abundancia de este Pacífico (fotos) que todos los días me gusta más. El buceo es increíble entre enero y agosto, pero especialmente entre abril y mayo, temporada en que llega “La agallona” una migración de sardinas (peces) que trae atrás de ella el más exagerado fenómeno de alimentación, millones de “agallonas” se juntan en cardúmenes para protegerse mientras miles de atunes, pargos, bravos, jureles, atacan para alimentarse profusamente. Muchas veces he montado en tiburón ballena en esta temporada, pues vienen a alimentarse y en su llenura no les molesta que un pequeño buzo se pegue de su aleta dorsal por un rato. También he visto manta rayas gigantes lo que les puede dar una idea de como es este océano por dentro.
Sé que nota que me gusta esta playa y que me gusta lo que hago, pero solo quiero hacerle una invitación a que disfrute de mi país, que está lleno de lugares como este.
Como dicen por ahí, una imagen habla más que mil palabras, acá te pego otras cosas bellas: Termales, Fauna, cultura local, y hasta nuestra página web por si te antojas http://www.elcantil.com/
1 comentario:
que bella historia, ojala sigas publicando sobre esos lugares que conoces...me pareció excelente la foto de la ballena...
Argus Filch
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